Juntos salvaremos el Ártico

sábado, 29 de septiembre de 2012

Los Misereables Limeños

     Estaba ahí, Mario, caminando entre los restos de edificios destruidos, cerca a lo que alguna vez fue el Óvalo Gutiérrez, distrito de Miraflores. Caminaba por entre los huecos de la bombardeada avenida que lo llevaban a su casa. De pronto, su edificio, partido a la mitad, se alzó entre el fúnebre paisaje. Quiso llorar, mas, ya nada importaba. La tristeza y el letargo por la partida de Valentina eran tales que opacaban el vacío de ver su hogar arrasado. Valentina ya no estaría más con él. Ella había partido en la madrugada con su padre al Callao. El plan de su padre era zarpar en un pequeño bote pesquero, desde la costa verde miraflorina hasta La Punta, y de ahí, lograr viajar a Chile en algún barco mercante, junto a otros limeños. Solo eso quedaba, barcos mercantes llenos de futuros migrantes, huyendo de los desastres ocurridos y por ocurrir en Lima. Nisiquiera podían viajar vía aérea, pues el aeropuerto estaba fuera de funcionamiento desde hacía 2 días. 



Mario divisó a lo lejos, en la Avenida Arequipa, las barricadas armadas improvisadamente. Él mismo las había fomentado levantar hacía solo unos días. Tenía hambre. Su última comida había sido un turrón de doña Pepa a las 2 am, el cual Valentina le había preparado como regalo. Eran las 10 am. y el plan de Mario ahora era, inconscientemente,  dirigirse por la avenida José Pardo a aquel bar aledaño al parque Kennedy, desde donde sus amigos y aliados inventaban resitir a la policía, o al ejército. Estaba tan conmocionado que nisiquiera sabía contra que o quienes se iría a enfrentar. Inesperadamente, escuchó a una voz familiar gritando "¡Cuidado!". Mario se tiró al piso y una bomba lacrimógena rozó su cabeza. Desde el suelo pudo distinguir a un amigo suyo, Sukadeba, el migrante hindú. Sin embargo, la alegría de ver un rostro conocido se esfumó fugazmente tras notar que este corría hacia él, perseguido por una docenas de policías. Mario agarró una piedra que había caído de su edificio y la arrojó contra uno de los policías. El "tombo" cayó, mismo pino de bolos, al suelo. Luego, corrió hasta agacharse detrás de un carro y Suka, abreviación de Sukadeba, hizo lo mismo unos segundos después. ¿Qué pasó con la trinchera Este, Suka? dime que no cayeron. Suka, luego de calmar un poco su agitada respiración, le dijo que aún no caían pero que no tardarían mucho en caer.

Mario hizo un esfuerzo por despertar, al menos temporalmente, del letargo causado por la tristeza de no volver a ver a Valentina. "¿Cuál es el plan ahora Suka?", dijo Mario. "No tengo idea hue...", respondió este. Mario pensó un par de segundos hasta que vio la segunda lacrimógena volar por encima de sus cabezas. Comprendió que no le quedaba mucho tiempo para pensar. "Mira, corremos hasta el grifo Repsol y agarramos las motos de los serenos (sereno: policía municipal no armada, ausente en líos mayores), luego arrancamos por Angamos hasta la Arequipa y de ahí a la derecha hasta el Kennedy, ¿ya?" ordenó Mario a Suka en menos de 10 segundos. Suka respondió con un simple "te sigo". Los dos corrieron como calandrias asustadas hasta llegar al grifo. Suka gritó. Mario, con su amigo tirado en el piso, ya detrás de la pared, se percató de que su pierna estaba sangrando. Mario nunca había aprendido a manejar una moto y sabía que no lo lograría solo. Sin embargo, no tenía nada que temer, pues aún si sobrevivía, Valentina ya no estaría a su lado. Volvió ligeramente el letargo.
Como Mario no tenía nada que temer, no se rendiría, al menos no por su voluntad. Acercó a Suka un tanque de petróleo y él tomó uno de gasolina. Le pidió a Suka su encendedor. "No moriremos sin pelear" dijo a su aliado. Este asentió con la cabeza. Mario hubiera preferido morir en las barricadas del Kennedy, no obstante, pelear con Suka sería mejor opción que solo. Suka le alcanzó su encendedor con dibujitos y colorinches rasta, Mario se burló ligeramente de ellos, Suka se rio también y, finalmente, subieron al techo del restaurant de al lado. a Mario tuvo que ayudar a Suka, pues este estaba herido. Cuando los "tombos" (policías) los vieron, Suka les dijo "ni un paso más que nos vuelo a todos", haciendo visualizar el tanque. Los policías, cobardemente, retrocedieron un par de pasos. De pronto, Mario, sintió un dolor penetrante en la espalda. Las cosas se comenzaron a oscurecer y sintió el cuerpo caer hacia atrás.

Lo último que vio, antes de llegar a tocar el suelo con la espalda, fue a Suka inclinándose hacia delante. El paisaje se oscureció para mario. Escuchó detonar el tanque. Tocó el suelo con la espalda. Sigue respirando.



Esta historia es solo un capítulo de la gran novela de Víctor Hugo: "Les Misérables" adaptada al contexto de una hipotética Lima en el 2017 junto a algunos elementos añadidos por mí. Todas las escenas, en esta ocasión, transcurren en Miraflores. Sin embargo no será así, necesariamente, en los próximos capítulos. Espero les guste :).




No hay comentarios:

Publicar un comentario